Elecciones

 

No fui a votar por amor.
Nos quedamos en la cama,
tarde abrimos los ojos
a un día peronista:
soleado y poco propicio
para planes revolucionarios:
hacemos el amor sin eufemismos.
Volvemos a dormir.

Me despierto con una manzana
delante de la nariz:
nos tentamos otra vez
con el cariño y con la fuerza.
La dueña de casa se prepara
una comida rica y austera
como el discurso del gobierno.

Se pasa la hora de la oposición
y las palabras dejan sus lugares
a gestos tiernos y suspiros:
sabemos lo que queremos
y está en nuestras manos.

Echados en el sillón
vemos fotos, conceptuales y realistas
al mismo tiempo: teatros vacíos,
retratos de estadistas, maquetas del museo
de ciencias naturales;
instantáneas de la imaginación
delante de los ojos.

No es fácil evadirse
de la actualidad, llegan las noticias
por todos los medios: la mamá,
el oficialismo cambió de género,
la segunda fuerza ganó capital,
lamenta la falta de transparencia,
cerraron las urnas.

Me falta un sello en el duplicado y confianza
en la representación. Nos damos un lujo:
atardecer espléndido, caminamos de la mano
entre afiches vencidos y charlas de turistas,
cucurucho y a la plaza.

Decidimos en diciembre ir al mar:
creamos algo, un futuro inmediato:
con las patas en el agua
mirar juntos
el horizonte.